domingo, 1 de noviembre de 2015

Mateo 4, 25 - 5, 12




Hoy 1 de noviembre celebramos la fiesta de todos los santos y la iglesia nos invita a leer el conocido texto de las Bienaventuranzas. 
Mateo, siempre atento al Antiguo Testamento, quiere mostrarnos a Jesús como en nuevo Moisés: Jesús sube a la montaña, se sienta y enseña. Seguramente la enseñanza de hoy es central en el evangelio y resume también lo que fue la vida del Nazareno.
¿Cual es su mensaje central, actual, para nosotros hoy?
Una lectura profunda y atenta nos reserva una gran sorpresa.
Muchas veces hemos entendido las bienaventuranzas como un camino moral/espiritual para lograr/alcanzar la felicidad. Entendidas así, el loable intento de vivirlas quedó muchas veces frustrado.
Por varias razones: la felicidad no es "algo" a conseguir, no es un objeto alcanzable, no es una cosa. Lo sabemos muy bien. La felicidad es un estado de conciencia. Es lo que somos en nuestra identidad más profunda. Como el amor en el fondo.
También podemos darnos cuentas que hay una parte de nosotros que no quiere vivir las bienaventuranzas: ¿quién quiere ser pobre, afligido, perseguido? Y a veces el camino para ser puro de corazón, pacifico y misericordioso nos parece demasiado duro. 
Así vivimos en una constante tensión interna.
La clave está en dar vuelta al asunto: no hay que vivir las bienaventuranzas para ser feliz, sino hay que ser feliz para vivirlas. 
Dicho de otra manera: cuando nos descubrimos amados, cuando descubrimos que nuestro ser más profundo es felicidad (amor, plenitud, santidad) la vivencia de las bienaventuranzas será consecuencia. La manera de vivir brota de la vida, como el fluir del arroyo brota de la fuente.
Esto no significa que será todo fácil, pero a partir de este descubrimiento, los esfuerzos y las dificultades que nos encontraremos serán vividas con serenidad y nos ayudarán a ir siempre más en profundidad. Y saldremos de una vez por todo de la lógica del mérito y del logro que lleva al orgullo por un lado y a la frustración por el otro.
Viviremos todo como un don: esto en el fondo es lo que somos. Es la santidad.

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