domingo, 28 de febrero de 2016

Lucas 13, 1-9



El evangelio de este tercer domingo de cuaresma es muy particular y su comprensión no es sencilla. Necesitamos mucha atención y profundidad para dar en el blanco. Tenemos que "hacernos uno" con el texto para poder penetrar su mensaje.

Esencialmente el evangelio de hoy nos habla de uno de los temas más importantes y complejos: la relación entre pecado y dolor o - en otras palabras - entre el mal y el sufrimiento.
En la mentalidad común del tiempo de Jesús y especialmente en ámbito religioso, se creía que sufrimiento y pecado estaban estrechamente ligados: si estás sufriendo seguramente es debido a tu pecado. 
De otra forma esta mentalidad sigue presente también hoy en muchos lugares: mucha gente sigue relacionando su situación de dolor a un castigo o a una culpa.
Jesús es tajante: "les aseguro que no". Nada que ver.
El misterio del dolor y del mal no tiene relación directa ni con el pecado y menos con la culpa.
Viene bien recordar el relato del ciego de nacimiento en el capítulo 9 de Juan donde Jesús afirma que la ceguera no tiene nada que ver con el pecado sino que el hombre "nació así para que se manifiesten en él las obras de Dios." (9,3).
¡Nada menos! También en el dolor Dios se manifiesta.

Hay que introducir entonces la palabra clave: responsabilidad.
"Responsabilidad" viene justamente de "respuesta": ¿Cómo le respondemos a la vida? Todo se juega en eso. 
¿Eres responsable o víctima de tu dolor? 
¿Eres plenamente consciente de tu vida, tus deseos, tus mezquindades?
¿O dejas que la vida pase por ti sin pena ni gloria?
¿Vives la vida o sobrevives en lo superficial?
Las preguntas podrían seguir...

La parabólita final del texto de Lucas nos confirma en esta comprensión y nos da una pista más.
La higuera no cumple con su vocación, ya no sabe quien es y por eso no da fruto. No es responsable porque perdió su identidad.
Responsabilidad e identidad van de la mano.
Hasta que no descubro mi verdadera identidad no podré ser totalmente responsable de mi vida y dar los frutos adecuados.

Lo esencial está en descubrir y experimentar - tocar con mano - nuestra más profunda identidad.
Cuando descubro que mi identidad más profunda radica en el amor, cuando descubro que soy amor y vida porque soy Uno con Dios... ¿cuales frutos podrás surgir? 





jueves, 25 de febrero de 2016

Emerge la vida: ahora.




"Momento tras momento todo el mundo emerge de la nada. Esta es la verdadera alegría de la vida"


S. Suzuki


La verdadera alegría de la vida se centra en dos realidades profundamente unidas: el ahora y la gratuidad.
En este momento la existencia te está siendo regalada. Todo en este preciso instante está siendo engendrado.
¡Toma conciencia de esto!

En la tradición cristiana se expresó todo esto como "creación continua": la creación no tiene nada que ver con el tiempo y el espacio y tampoco con el concepto de "fabricación". Dios está siendo ahora y todo está siendo engendrado en este momento. En este momento Dios se engendra a sí mismo hacia afuera y se expresa en todo lo que experimentamos, interior y exteriormente.

Cada pequeño detalle, cada destello de luz, cada movimiento del alma, cada susurro y cada mirada, cada respiro y cada sonrisa, todo lo que oigo, veo y siento, todo lo que percibo, sueño e imagino: se está engendrado ahora en el seno de la divinidad como regalo de amor.

Siente la vida. Palpita con la vida. Vive con intensidad cada respiro. Toca la raíz de la vida sin miedo. Dios se está dando el ser para ti, en ti, contigo. 

miércoles, 24 de febrero de 2016

Bandada y trayectoria



El verano nos regala miles de bellezas, entre las cuales las bandadas de pájaros. Ayer por la tarde me crucé con varias de ellas: bandadas chicas, tal vez de tordos o golondrinas.

Quedé fascinado al ver la belleza del vuelo. A veces vuelan juntos, otras veces a solas. 
Lo que más me impresionó ayer fue la trayectoria en el vuelo: cada trayectoria es única y original. 
En el mismo cielo cada vuelo dibuja una trayectoria: única e irrepetible. 

No se le ocurre a los pájaros comparar las trayectorias para ver cual es más linda. Simplemente vuelan y disfrutan.

Los seres humanos tenemos que aprender del vuelo de los pájaros: ¿Por qué vivimos comparándonos y así perdiendo nuestro tiempo sin disfrutar del vuelo?
Estamos en el mismo cielo: esto solo importa. Vuela. 
Vivimos en el Amor: dibuja trayectorias hermosas con tu vida y no te compares. Vuela solo y vuela en bandada, disfruta tu vuelo y disfruta el vuelo de la bandada. Detente a veces a descansar sobre el cable de la luz. 
Pero vuela y vuelve a volar: el cielo necesita tu trayectoria.

domingo, 21 de febrero de 2016

Lucas 9, 28b-36




En el camino hacia la Pascua la iglesia nos presenta el evangelio de la transfiguración. Parece repetir la misma y sabia pedagogía de Lucas y tal vez del mismo Jesús: caminando hacia la pasión y muerte una pausa contemplando la luz nos alienta y nos fortalece.

La transfiguración tuvo siempre un rol importante en la tradición cristiana y por eso tiene su propia fiesta el 6 de agosto. Se celebra con especial solemnidad en las iglesias ortodoxas.

La fiesta de la transfiguración es la fiesta de la luz, fiesta de la visión, fiesta de la identidad.

Lucas intenta comunicarnos una experiencia espiritual particularmente intensa que Jesús vivió con sus discípulos más íntimos. 

Toda la simbologia utilizada por Lucas (vestiduras blancas, Moisés y Elías, voz del cielo) apunta a una viva y nueva comprensión de la identidad de Jesús. Identidad de Jesús que refleja y expresa también la nuestra. 
Jesús nos revela quienes somos. En Jesús nos reflejamos. Hijos en el Hijo. Luz en la Luz. Eso somos. Viendo a Jesús nos vemos a nosotros. Eso nos dice la transfiguración. 

La realidad más profunda es que somos seres transfigurados, porque somos expresión y manifestación de la vida divina. A menudo no tenemos una clara y diáfana percepción de todo esto y por eso entramos en confusión y nos perdemos en el mundo. Nos alienamos de nosotros mismos. 

Claramente esa manifestación transfigurada de la divinidad se expresa históricamente y eso significa que está condicionada y limitada. Pero no es menos real... más aún, hablando en sentido estricto, es lo único real.
El infinito que se expresa en lo finito. La luz que se expresa en las cosas iluminadas.

¿Cómo crecer entonces en esta visión, en esta percepción y luminosidad?
Seguimos las indicaciones del mismo Jesús que Lucas nos relata en este pasaje y en otros también: "Jesús subió a la  la montaña para orar." Montaña y oración indican esencialmente dos cosas: silencio y soledad.

La luz y la comprensión se nos regalan desde el silencio y la soledad. Son regalos a quien se adentra con valentía en las regiones muchas veces oscuras de la interioridad, donde nuestros miedos esperan la redención. 

¡Justamente este es el camino de la cuaresma! 
La luz te espera al final del túnel. Simplemente porque nunca te abandonó. Simplemente porque es lo que tu eres. 





sábado, 20 de febrero de 2016

Cruz, piedras y colores




En nuestra parroquia en José Enrique Rodó hemos arreglado una pieza transformadola en sala de meditación. Meditamos con los niños y los adultos, aprendiendo el silencio y la quietud. 

La sala es muy sobria y sencilla. Invita al recogimiento. Solo faltaba una cruz, una cruz que nos recordara el amor silencioso del Salvador. El Amor que simple y sencillamente está ahí.

Antes de mi viaje a Italia expresé este deseo de conseguir una linda cruz para nuestra sala.
Al volver de Italia la cruz llegó. La ternura providente de Dios (que siempre tiene nombre y apellido) nos regaló una grande, hermosa y original cruz.
Ayer de tarde medité delante de la nueva cruz y pude de alguna manera penetrar su significado y comprender el mensaje que tenía para mi.
Se lo comparto con agradecimiento. 

La cruz tiene las cuatro extremidades terminando en una punta triangular: una punta en tres partes. Recuerda el Misterio de la Trinidad: Unidad que se manifiesta en la multiplicidad. La cruz como suprema manifestación de la Unidad que armoniza lo distinto y lo trasciende. 
Las puntas son redondas a indicar la suavidad y dulzura del amor: el proceso de regreso a lo Uno, a nuestra Casa, transita por los caminos del amor, que en nuestra historia concreta se expresa pacientemente y respeta los procesos humanos y de cada uno. 

Las piedras en las cuatro extremidades están en el lugar de la cabeza, los pies y las manos de Jesús: los lugares donde el amor se hizo historia, se hizo gestos concretos. Se hizo caminar y sanar, mirar y pensar, tocar y hablar. 
Piedras: algo duro, firme, duradero. Nos recuerda la firmeza del amor, su estabilidad, su fuerza. Como diría San Pablo: "El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta." (1 Cor 13, 7).
Piedras de colores: la creatividad y la belleza. El amor es por esencia sumamente creativo. El amor descubre la belleza y la construye con creatividad y pasión. Los colores también expresan armonía y distinción.

En el centro, en el lugar del corazón del Cristo hay una flor de donde brota una piedra rosada más grande que las demás.
En la tradición occidental el corazón es el lugar de más intimidad y profundidad, el lugar de las decisiones, el lugar de donde surge el amor... y cuando surge el amor la persona florece.
Cristo floreció y nos hace florecer. Cuando nos vivimos desde nuestra esencia todo florece y desde ese centro vital se irradia vida y amor. 
Nos descubrimos amados, nos descubrimos Uno en el Amor. En este Uno nos encontramos todos y encontramos todo. Más aún: somos ese Amor, somos ese Centro, expresándose en nuestra individualidad con infinita creatividad.
La piedra emerge desde una flor que recuerda la flor de loto; flor de loto que es símbolo central del budismo. La hermosa flor de loto vive en el barro, en agua y lodo. Símbolo maravilloso de la vida: florecemos desde y con nuestras miserias y nuestros errores.
La gran piedra es rosada: sugiere lo femenino, la maternidad. Dios Padre y Madre. Ternura y Compasión. Dios como el gran Útero que todo lo engendra y sostiene en cada instante. 





viernes, 19 de febrero de 2016

Armonia



"Amor incondicional significa armonía con todos y todo. Armonía es la gran ley cósmica. El que infringe este principio, tarde o temprano no se sentirá bien, porque la ley impulsa hacia el equilibrio"


Willigis Jäger


"Armonía" es una palabra que me gusta mucho. Es, me valga la redundancia, una palabra armonica
Más hermosa aún es la realidad que expresa e indica.
Todos en el fondo estamos enamorados de la armonía y buscamos armonía. Basta que estemos atentos a nuestra reacción mientras escuchamos una linda música y de repente una nota afuera de lugar quiebra la melodía.

¿Por qué nos pasa esto?
Justamente porque la armonía es algo tan profundo que nos define y nos configura; tan enraizada en el corazón humano que tiene que ver con nuestra más profunda identidad: el amor.

Podríamos casi definir el ser humano: amor armonico. Como todo, como la creación y las leyes del universo. En el universo hasta el caos tiene su armonía. 

Por eso el amor o es armonico o no es amor. Amor y armonía  se nutren y se buscan reciprocamente.

Muchas veces las raíces de nuestra tristeza y nuestros enojos hay que buscarlos en una falta de armonía.
Devolver armonía a nuestra vida es una tarea constante y continua y puede marcar el camino espiritual.
La armonía va a configurar todos los aspectos de la vida: las cosas, el tiempo, las relaciones, los afectos.
La armonía tiene que ver con la justa medida, la proporción, la belleza.

¿Es mi vida armonica? ¿Dónde tengo que crecer en armonía?
Muchas veces nuestra vida es tan desarmónica que no logramos ni ver la falta de armonía. El apuro, la prisa, la superficialidad nos impiden ver. Entonces vivimos nerviosos, agitados, estresados, cansados. 

El silencio, la meditación y la quietud son claves fundamentales para descubrir la falta de armonía y comprometerse en ajustar y ordenar la vida.





martes, 16 de febrero de 2016

Observar

"Mucha observación y poco razonamiento conducen a la verdad, poca observación y mucho razonamiento conducen al error"


Alexis Carrell






La intuición de Carrell es fenomenal y es preparada y atestiguada por todas las religiones y las tradiciones espirituales de la humanidad: ¡tan importante es!

Nuestra desviación occidental hacia el racionalismo y la absolutización de la razón nos alejan de la verdad y nos ciegan. No logramos ni ver que no vemos.

La razón perdió su papel de instrumento para expresar e investigar humildemente la verdad y se volvió dueña y señora. Las consecuencias - a veces terribles - las tenemos a la vista.

Observar sin juzgar previamente nos hace percatar de algo extraordinario: la vida se nos regala a cada instante. Todo es gratis. Se habla de una observación detenida, atenta, constante. Y una observación no solo exterior, sino también interior: ponerse como observador de uno mismo. 
Observamos la vida que fluye en este momento, observamos que el Amor va creando la vida a cada instante.
Desde ahí podemos razonar, no antes.

Generalmente nuestro proceso es opuesto: imponemos a la vida nuestros estrechos y limitados pensamientos. 
Razonar sin observar es como encerrar a la vida en una celda y creer que solo esta es vida.
En realidad nuestro razonar es siempre relativo, condicionado, pasajero. 

Cuando en cambio nos ponemos en el lugar del observador nos situamos automaticamente más allá del pensamiento.
Nos vivimos y nos percibimos desde el lugar donde brota la vida y donde el Amor está fluyendo, libre y creativo.
Entonces la razón vuelve a su papel de herramienta a servicio de la vida y puede brindarnos cosas brillantes. 

Jesús lo comprendió y así lo vivió: "Fíjense en los cuervos: no siembran ni cosechan, no tienen despensa ni granero, y Dios los alimenta. ¡Cuánto más valen ustedes que los pájaros! ¿Y quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un instante al tiempo de su vida? Si aun las cosas más pequeñas superan sus fuerzas, ¿por qué se inquietan por las otras? Fíjense en los lirios: no hilan ni tejen; sin embargo, les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. Si Dios viste así a la hierba, que hoy está en el campo y mañana es echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe! Tampoco tienen que preocuparse por lo que van a comer o beber; no se inquieten, porque son los paganos de este mundo los que van detrás de esas cosas. El Padre sabe que ustedes las necesitan. Busquen más bien su Reino, y lo demás se les dará por añadidura." (Lucas 12, 24-31).

Observa quieto y en silencio: verás al Amor. Verás que todo está bien, profundamente bien. 

domingo, 14 de febrero de 2016

Lucas 4, 1-13



La liturgia del primer domingo de cuaresma nos presenta el relato de las tentaciones de Jesús. 

El relato no es histórico, no quiere contarnos lo que ocurrió, sino quiere mostrarnos simbolicamente una realidad más profunda. 
El hecho de que no sea histórico no significa que no sea real. La distinción entre historicidad y realidad es fundamental.
Jesús vivió en su interior lo que el relato de las tentaciones de Lucas expresa simbolicamente.
Lo que Jesús experimentó es lo que experimenta, de distintas maneras, cada ser humano. 
Son las tentaciones del poder, del tener, del aparentar.
¿Quién no las sintió?
Las podemos resumir en una gran tentación: la del ego. La de vivir en la ilusión del ego.
Vivir en la ilusión del ego significa vivirse desde un nivel superficial de existencia y creer que lo que nos define se resume en el "yo", como un ente autonomo y separado.
Jesús pasa por esta experiencia y nos muestra nuestra verdadera identidad: Dios. Mi centro no soy "yo", sino Dios, el único Yo. 

Vivir esta experiencia es un punto clave en el camino espiritual. Para eso hay que pasar, no hay atajo, por el desierto.

Desierto: otro fantastico recurso simbólico.
Pasar por el desierto significa mirar de frente tu soledad, tus miedos, tus pecados, tus deseos ocultos, deseos sanos y deseos absurdos. Mirar de frente tu historia y tus heridas. Todo esto significa también mirar de frente "tus demonios": demonios que están adentro, en el corazón. Y aprender a ser responsable de todo esto, sin echar culpas a supuestos tentadores externos.

Pasar por el desierto es una experiencia agotadora pero liberadora. Lo fue por Israel, lo fue para Jesús, lo es para nosotros. 
Por el desierto pasamos de la esclavitud a la libertad, del miedo al amor.
¡Buen camino!



viernes, 12 de febrero de 2016

Regresar



Regresé. Estoy en Uruguay, estoy en mi casa de Rodó. Cuando se regresa surge espontáneo el agradecimiento por el viaje, por el camino recorrido, por la ida y la vuelta.
Se regresa a la casa, siempre se regresa a casa y siempre estamos regresando.
Todos los viajes son simples y fecundos símbolos de este hermoso regresar. El camino espiritual se puede concentrar y expresar en esta única imagen: el regreso a casa.

Podemos leer la creación como un salir de Dios y un regresar a Dios (Rom 8). La Trinidad misma es un continuo fluir del Amor en el Amor: el Hijo sale del Padre y regresa al Padre en el Espíritu. La vida y la misión de Jesús son también un salir y un regresar a Casa: el Padre. Jesús mismo en varias ocasiones interpreta su misión de esta manera: salí del Padre y regreso a Él. Recordamos la parábola del "Padre misericordioso" o el "Hijo pródigo" (Lucas 15, 11-32) donde la imagen de la casa y del regreso son centrales.

Y ocurre algo maravilloso: nos damos cuenta que siempre estamos en Casa y que todo viaje, toda experiencia, todo acontecimiento se desarrolla en el seno de la Casa. Nuestra vida y nuestro caminar se nos regalan para darnos cuenta justamente de eso: estamos en casa. Estamos en Dios. Somos amor. La meta y el camino coinciden.

Entonces cada dejar y cada tomar, cada salida y cada regreso nos muestran la riqueza y la belleza de la Casa. Hacen de la casa un hogar más amplio, más rico, más bello.

Nos damos cuenta que el viaje más importante es el viaje interior: el único verdadero viaje, el viaje que nos lleva adonde ya estamos. En Casa.

En este espíritu quiero agradecer por estos dos meses en Italia, por todas las personas encontradas, por cada gesto de amor, por aquellos que me hicieron sentir en casa. Y agradecer a todos los que desde Uruguay me acompañaron con su cariño, su recuerdo y esperaron mi regreso.

Gracias de todo corazón. Estamos en Casa, en la misma Casa. Peregrinando juntos.

domingo, 7 de febrero de 2016

Lucas 5, 1-11




El evangelio de este domingo nos presenta a Jesús maestro. Jesús enseña desde la barca y la multitud escucha. 
Es muy interesante y sugerente esta imagen de Jesús maestro y nos podemos preguntar con sinceridad: ¿percibo a Jesús como maestro? ¿a quién escucho en mi vida, quién me orienta?

Jesús enseña no solo con palabras, sino con su vida: "Navega mar adentro y echen las redes". Casi a confirmar sus palabras Jesús invita a confiar y muestra los frutos de esta confianza.
Pedro nos dice su desconfianza en la vida y su fracaso: "Hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada".
Es nuestra experiencia, tal vez la experiencia que más nos acomuna como seres humanos.
La experiencia de un esfuerzo y un trabajo estériles. Nos puede pasar en muchos campos de la existencia. En las relaciones interpersonales, en el trabajo, la familia y la amistad. Nos comprometemos, nos entregamos y los frutos no llegan o nuestras expectativas no quedan colmadas.

Jesús nos muestra que hay otra manera de vivir y entender la vida. 
Se puede vivir de confianza, sin calcular. 
Hay un lugar en el corazón de la realidad: la gratuidad. La gratuidad es la esencia de la vida, de todo lo que es y existe.
Cuando logramos ver este lugar todo se transforma. Percibimos claramente que desde ya no nos falta nada, tenemos todo, porque lo somos todo: vida divina en forma humana. La abundancia del amor nos envuelve, nos sostiene, nos expresa. 
Entonces nos vivimos desde ahí, no como esfuerzo por conseguir algo que no tenemos, sino como manera de expresar lo que somos.
Los pescados estaban ya ahí, las redes ya estaban llenas: cuando Pedro confió en la gratuidad pudo verlo y experimentarlo.
Esta experiencia nos sorprende y nos asusta por su belleza. Pedro se siente pecador, pequeño, limitado. Otra experiencia común de nosotros los humanos.
Jesús invita otra vez a confiar: no mires lo poco que crees ser, sino vives lo mucho que eres.



martes, 2 de febrero de 2016

Doctrina, moral y...miedos.




Quisiera compartir con ustedes, amigos y seguidores de El agujero en la flauta unas pistas de reflexión que me parecen esenciales para nuestro caminar y nuestro crecimiento espiritual.
Por lo menos: para mi las han sido.
Hablamos de la relación entre la doctrina, la moral y el miedo.

En la Iglesia sigo notando cierta estrechez mental y espiritual: nos aferramos a doctrinas y moral y nos perdemos la Vida. Hay miedo y el miedo siempre paraliza.
Cada religión tiene armada una estructura doctrinal que mantiene de pie todo su edificio. Por un lado es normal que así sea ya que lo humano necesita estructura y organización.  Por el otro es esencial distinguir la doctrina de la Vida, no por enfrentarlas sino por armonizarlas.  

Profundicemos intentando ser claros y breves (cosa muy difícil).
Para quedar en ámbito católico podemos subrayar los siguientes puntos:

1) La doctrina católica abarca dogmas, tradición, catecismo. ¿De donde viene todo eso? Sin duda de la Palabra de Dios y de la experiencia de fe de muchos cristianos. Todo esto puede ser verdadero pero no hay que dejarse cegar. Tenemos que ser conscientes de los limites. Hasta la Palabra de Dios se expresa en palabras humanas, por tanto limitadas.

2) La experiencia, por maravillosa y transformadora que sea, es siempre subjetiva. No puedo elevar a verdad eterna e inmutable lo que un ser humano limitado experimenta.
Además – con mayor fuerza aún - la expresión misma de la experiencia es limitada y condicionada: un ser humano expresa y codifica su experiencia con las herramientas de lenguaje, culturales y sociales que tiene. Herramientas obviamente limitadas.Los dogmas fueron formulados con las categorías de su tiempo por mentes también limitadas y condicionadas.

Dicho esto nos preguntamos honestamente: ¿cómo puede ser valido para siempre y para todos algo expresado en un tiempo concreto (por ende limitado) por mentes limitadas?
En general se contesta con el criterio de la inspiración: el Espíritu Santo iluminaba. Sin duda que si, pero es un argumento que no convence y que se saca a relucir cuando no se tienen otras respuestas: poco respetuoso del Espíritu. El Espíritu actúa siempre en y a través de la dinámica de la encarnación, es decir en nuestra humanidad concreta.
¿No necesitamos entonces dogmas, doctrina y catecismo? Claro que si, justamente porque somos seres concretos, históricos y limitados.

¿Cómo comprender entonces la doctrina? Podemos vislumbrar tres claves:

  • Simple pista que indica un camino y señala rumbos.
  • A servicio de la Vida y no dueña y controladora de la misma.
  • Necesitada siempre de aggiornamento (actualización) y revisión.

En el fondo estamos tocando el tema de la Verdad. La clave es comprender que no somos nosotros que poseemos la Verdad, sino es la Verdad que nos posee a nosotros. Estamos inmersos en la Verdad y somos expresión limitada de la Verdad ilimitada.
Nuestra comprensión intelectual y nuestro “decir” la Verdad es siempre limitado y condicionado. Nosotros “tocamos” la Verdad desde un punto concreto y “la decimos” desde ahí. Pretender que nuestro “decir” sea total y agote la Verdad es una pretensión inútil, sin fundamento, generadora de conflictos y dolor.

Algo paralelo ocurre con la moral. El rol de la Iglesia a lo largo de la historia fue también el de maestra y guía en la vida moral de los fieles y de la humanidad. Rol muchas veces vivido bien y otras no tan bien.
La Iglesia es maestra en humanidad: me parece una definición muy bella y también acertada. El problema es – como siempre – la absolutización. Cuando la Iglesia se siente dueña de la moral – y de consecuencia – de la conciencia de las personas, empieza a imponer normas de conducta.

La moral, como la doctrina, no es algo estático, algo que vale para siempre y para todos. Lo que puede ser moral en una cultura puede no serlo en otra. Lo que puede ser moral en un tiempo puede no serlo en otro. Los ejemplos pueden ser muchos: la esclavitud, el rol de la mujer, el valor de la vida humana, la poligamia, la sexualidad, etcétera.
A lo largo de la historia de la humanidad el valor y el significado moral de estas dimensiones ha cambiado.
La conciencia de la humanidad se desarrolla. Fundamental comprenderlo.

Otro factor clave subrayado hoy en día por muchos expertos: una norma moral exterior observada simplemente porque impuesta no construye la persona sino queí﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽punto concreto. Estaos, en muchos casos, corta su desarrollo.
La norma moral tiene que ser comprendida interiormente por el sujeto y vivida en libertad y alegría: esto construye a la persona y la hace cada vez más libre.
Esto no significa que - en determinadas etapas del crecimiento humano - no sea necesario orientar la conciencia y, a veces, exigir ciertas normas. Es todo el tema de la educación.
En el fondo hay que educar no imponiendo reglas, sino despertando la capacidad del sujeto de elegir libremente lo que lo construye como persona.

Esta visión produce en muchos un gran miedo. Es el miedo de la inseguridad, el miedo del relativismo. Por eso buscan doctrinas y moral claras y establecidas: más fácil observar que ponerse en juego, más fácil cumplir con reglas que dejarse cuestionar por la vida. El amor autentico es siempre más creativo y exigente.

En el fondo el problema del relativismo que tanto asusta es un falso problema.

Todo es relativo: ¡si! Porque somos relación y todo es relación. La relación es lo absoluto. Que en el fondo es como decir:  lo único Absoluto es el Amor.

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