domingo, 17 de julio de 2016

Lucas 10, 38-42






“Marta y María”: el texto de hoy es muy conocido en ámbito cristiano. Es un relato exclusivo de Lucas, tal vez el evangelista más sensible a la relación entre acción y contemplación.

Y justamente “acción” y “contemplación” fueron los ejes de los comentarios a ese texto. En algunos casos el texto fue usado para indicar la superioridad de la vida contemplativa sobre la vida activa. Más a menudo se explicó subrayando la relación viva y reciproca entre acción y contemplación: se contempla para actuar mejor y el actuar nos devuelve a la contemplación.
Sin duda hay una relación reciproca muy vitalizante y humanizante entre acción y contemplación, una relación que estamos llamados a disfrutar y vivir plenamente.

Hay algo más que me gustaría subrayar. Antes que nada la invitación a no caer en el dualismo, algo que nos cuesta mucho cuando nos quedamos en un nivel puramente mental. Porque la mente es, por esencia, dualista. Caer en el dualismo significa entender y vivir “acción” y “contemplación” como dos aspectos separados. En realidad son dos aspectos de la misma y única realidad. La realidad, es bueno recordarlo, se siempre una y es siempre la que es, no la que queremos o imaginamos. Nos damos cuenta de todo eso a un nivel existencial y experiencial cuando entramos en el silencio. Solo el silencio trasciende el dualismo.
Una de las formas en las cuales se traduce el silencio es la escucha y justamente la escucha es lo que Jesús más aprecia en María.
Acá ya tenemos unas pistas importantes para nuestro camino y nuestro crecimiento: sin tiempos de calidad de escucha y silencio no es posible una vida cristiana plena y no es posible trascender el dualismo.

Hay algo más: la sola cosa necesaria. ¿Cuál es esa sola cosa necesaria que Jesús subraya?
Es realmente muy importante: descubierto lo único necesario nuestra vida podrá desarrollarse desde la plenitud que somos.
En las lúcidas palabras de Enrique Martínez: “la respuesta de Jesús no hay que entenderla como si apoyara una dimensión frente a otra – como si la contemplación gozara de un estatus superior a la acción –. No; la única cosa necesaria se refiere a la paz o ecuanimidad, cuyo opuesto no es la acción, sino la inquietud y el agobio. Lo único necesario es vivir en conexión con nuestra verdadera identidad, alineados con el presente, en la aceptación de lo que viene: desde ahí, brotarán, simultánea y armoniosamente, aquellas dos dimensiones inseparables en la vida de la persona unificada.

Lo único necesario: la paz. Porque paz es lo que somos. Porque es lo que Dios es. Nuestra autentica identidad es paz, calma, quietud.
Descubierta esa maravilla podemos entender también la fantástica interpretación de Maestro Eckhart, uno de mis místicos preferidos.
Eckhart (1260-1328) yendo en contra de todas las interpretaciones de su tiempo (y del nuestro también) afirma la superioridad de Marta respecto a María, yendo también en contra del texto evangélico. ¡Qué libertad!
Eckhart afirma que Marta es superior a María en cuanto la acción – el servicio del amor – no la distrae de la Presencia. María en cambio todavía no logró unificar escucha y servicio concreto.

Todo esto nos confirma, lo subrayamos explícitamente, que una contemplación que no lleva a una vivencia concreta del amor es un simple narcisismo espiritual.
Nos queda de todas formas la contundente afirmación de Jesús: “Marta, Marta: andas inquieta y nerviosa…”. Solo desde la Presencia, desde la paz que somos, nuestra vida quedará unificada y ya no percibiremos separación entre acción y contemplación, entre oración y servicio concreto.


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