miércoles, 9 de noviembre de 2016

La exploración que nos relaja

El sábado pasado – 5 de noviembre – tuvimos un día de retiro con algunos niños que están empezando un camino de meditación cristiana. Nos encontramos en el Monasterio de las Clarisas Capuchinas en Canelones: un lugar muy lindo e ideal para una jornada de ese tipo.

31 niños y 11 adultos de Soriano, Canelones y Montevideo compartiendo un hermoso día.

En la mañana, después de los clásicos juegos y dinámicas de integración, se propuso a los niños la dinámica de la lupa.
Cada niño con su lupa tenía la consigna de ir investigando los hermosos alrededores a la luz de tres palabras: disfrutar, atención, detalle.
Terminada la dinámica nos reunimos para compartir lo vivido.

Pregunté a los niños: ¿Qué tiene en común la dinámica de la lupa con nuestra práctica meditativa?
Pregunta no fácil en realidad.

Muchos niños compartieron cosas muy lindas y profundas: cuando se dan las condiciones los niños expresan con facilidad la dimensión contemplativa que todos tenemos.

Me fulminó la respuesta de Juan Diego, un niño de Rodó de 9 años.
La exploración que nos relaja”: ¡fantástico!
Una definición de meditación que nunca había oído.

Exploración y relajación son dos elementos claves en la práctica meditativa. En nuestra vida diaria también. Lo que ocurre es que a menudo nuestra exploración surge de la ansiedad y de la búsqueda compulsiva de reconocimiento, afecto, paz.

Hay otra manera de explorar. Manera que nos enseña y en la cual nos introduce la práctica meditativa. Los niños lo saben y lo descubrieron. Es la exploración que surge de la gratuidad. En la dinámica de la lupa los niños no tuvieron que inventar nada: exploraron lo que ya estaba. Exploraron el don: y esto relaja.

En la meditación aprendemos lo mismo: nos damos cuenta que todo ya está dado. No inventamos al Amor, es el Amor que nos inventa a cada instante. Entonces exploramos, ¡si! Y exploramos también nuestras heridas y nuestros sufrimientos. Pero los exploramos desde la plenitud que somos, no desde la ilusión de que falta algo.

Entonces la exploración nos relaja. Aflojamos las tensiones típicas del ego y disfrutamos de don. El don que somos.
Meditar es explorar nuestro paisaje interior con atención, cuidando cada detalle. La interioridad es un pozo sin fin. Nuestra interioridad comunica con el Infinito.

Por eso que en el zen se dice que “comprenderse a si mismo es comprender el universo” y los griegos – a partir de la famosa inscripción en el templo de Apolo en Delfos, decían: “Conócete a ti mismo y conocerás el Universo y a los Dioses.
Parece que Alejandro Magno comentando la inscripción afirmó: “Conocerse a uno mismo es la tarea más difícil porque pone en juego directamente nuestra racionalidad, pero también nuestros miedos y pasiones. Si uno consigue conocerse a fondo a sí mismo, sabrá comprender a los demás y la realidad que lo rodea”.
Rumi confirma: “Tú eres el secreto de Dios. Tú eres el espejo de la belleza divina. Todo lo del universo está dentro de ti.
Hafiz, que da el nombre al blog, dice también maravillosamente: “Todo lo que conozco es amor y encuentro mi corazón infinito y en todas partes.”

Esta exploración desde y hacia la gratuidad nos relaja. Nos relaja en el sentido que nos conduce a la tensión correcta. Y todo se vuelve armónico.

Como una cuerda de violín perfectamente afinada: hay música, hay armonía.

Exploremos entonces. Exploremos para difundir música divina: descanso para el alma y para el cuerpo.





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