domingo, 20 de noviembre de 2016

Lucas 23, 35-43




La iglesia celebra hoy la fiesta de Cristo Rey. Una fiesta instituida por el Papa Pío XI en 1925. Una fiesta tal vez difícil de comprender en la actualidad, cuando ya casi no hay reyes y cuando la institución monárquica en la historia de la humanidad no brilló por su sintonía con los valores evangélicos.

Podemos entender más cabalmente esta fiesta si entendemos la pregunta de fondo: ¿Cómo se ejerce la autoridad?

Me parece que el texto del evangelio nos sugiere dos fecundas pistas de interpretación de la realeza de Cristo: la cruz y el presente.
En la Cruz tenemos la revelación del sentido profundo de Cristo rey y de todos reyes: la entrega en el amor. La única autoridad valida es la autoridad del amor y de un amor que se entrega hasta el final. Por eso la Cruz de Jesucristo queda como un icono perenne de todo aquel que – en la iglesia y en la sociedad civil – tenga algo de autoridad.

Toda autoridad entendida afuera del servicio del amor pierde su misma razón de ser.
Títulos, honores, privilegios solo tienen sentido cuando surgen y expresan el servicio del amor.
En este mundo muchas veces marcado por la apariencia y la superficialidad es muy fácil quedarse atrapados en los privilegios que la autoridad automáticamente confiere.

La autoridad de Jesús en la cruz es la autoridad de la extrema vulnerabilidad; la vulnerabilidad del amor que salva, perdona y pone de pie: nunca hay que olvidarlo.
Además la verdadera autoridad nunca es impuesta, sino que es reconocida. Los fariseos del tiempo de Jesús y los dictadores actuales que disfrazan la democracia imponían e imponen autoridad a través del poder económico y político. El pueblo va por otro lado: la gente le reconocía a Jesús una autoridad que él nunca buscó. Es la autoridad del amor, la transparencia, el servicio, como dijimos.

La segunda pista se centra en el presente.

Lucas nos transmite una palabra clave que pone en los labios de Jesús muriente: “hoy”. “Hoy estarás conmigo en el paraíso” le dice al buen ladrón.
Lucas en su evangelio insiste mucho en este “hoy”: es el eterno presente de Dios. En sentido estricto lo único que tenemos.
Cristo es rey porque es dueño del presente, no victima. Es uno con la Vida, no victima.
La salvación esta siempre presente, aquí y ahora. Es una puerta siempre abierta: simplemente hay que entrar. Cosa no tan fácil como parece.
La autoridad entonces es oferta de salvación en el eterno presente de Dios. Y si puede ofrecer porque se vio y se experimentó.

Podemos entonces vivir nuestros pequeños espacios de autoridad ofreciendo el don que siempre está: la presencia de Dios siempre actuante hoy. Aquí y ahora.

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